Época: Asia y África
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1660

Antecedente:
Imperio Chino



Comentario

La adaptación paulatina de los usos y costumbres chinos en materia administrativa había facilitado la transición de una dinastía a otra, pero, sin embargo, ésta no se llevó a cabo sin traumas. Millares de funcionarios letrados y señores feudales se suicidaron a la caída de los Ming, previendo la pérdida de poder político y económico que iba a suponer el cambio. Efectivamente, la dinastía manchú se asentó sobre una separación radical de las razas, quedando prohibidos los matrimonios mixtos desde 1645, y haciéndose obligatoria para los vencidos la coleta, como signo de sumisión. En las grandes ciudades se aplicó la segregación territorial, dividiéndose en barrios chinos y manchúes. Sin embargo, el sistema administrativo de los Ming permaneció en sus aspectos esenciales. Se conservó el sistema de exámenes de Estado para acceder a la carrera burocrática y, aunque los aspirantes manchúes eran favorecidos sobre los chinos, para los cargos centrales importantes fueron nombrados por partes iguales. El proceso de sinización fue imparable. Una muestra es que, pese a que los emperadores Qing decretaron el bilingüismo para todos los asuntos oficiales escritos, a fin de salvaguardar su propia lengua manchú, ésta fue siendo desplazada irrevocablemente por la china.
El confucianismo, religión cuya ortodoxia siempre fue defendida por la dinastía Qing, facilitó la resignación de los vencidos al prohibir la crítica al poder por parte de los que eran ajenos a él y al considerar que el castigo a un mal gobernante debe venir del cielo, como había ocurrido con los últimos emperadores Ming, a quienes Dios había castigado con inundaciones, sequías y desórdenes sociales. La nueva dinastía manchú, pues, en vez de usurpadora del poder legítimo será considerada como la enviada divina, y se le deberá obediencia.

Hasta 1681 la China continental no fue controlada por la dinastía manchú, fecha en la que consiguió someter la poderosa resistencia de los generales chinos, que habían conseguido una amplia autonomía en las provincias del Sur a cambio de su colaboración. En 1683 se llevó a cabo la incorporación de Taiwan, centro de actividades comerciales semipiráticas, que mantenía relaciones con los partidarios de los Ming. Desde entonces, los focos de resistencia, sin ayuda exterior, fueron consumiéndose lentamente.

El hijo de Shunzi, Kangxi (1662-1722), fue el primer emperador Qing que pudo enfrentarse, sin preocupaciones de paz interior, con la reforma del Estado, el aumento del poder imperial y el desarrollo económico, tareas todas que llevó a cabo con gran eficacia y energía, por lo que puede considerarse uno de los grandes estadistas de su tiempo y uno de los más grandes emperadores de la historia china. Su conocimiento y aprecio de la cultura china le hizo no sólo respetarla, sino adaptarse en lo posible a ella. En este sentido, pese a ser extranjero, se presentó como un monarca conservador y restaurador de la cultura y tradiciones chinas. Así, fomentó la creación de obras artísticas y literarias y encargó la realización de una historia de la dinastía Ming. A ello se sumó la búsqueda del bienestar para su pueblo con un programa de obras públicas para fomento de la agricultura y una serie de medidas que favoreciesen a los pequeños campesinos, la lucha contra la corrupción funcionarial mediante el aumento de las retribuciones y la suavización del comportamiento político en general. Junto a sus sucesores, puede dársele merecidamente el título de déspota ilustrado.

La principal preocupación de la política exterior iba a ser el mantenimiento de las fronteras con el resto del Continente asiático. En este sentido, uno de los continuos motivos de intranquilidad era el estado de confrontación permanente entre las diversas tribus mogolas que vivían más allá de la

frontera occidental. La división facilitó la intervención victoriosa de Kangxi, llevado por la necesidad de que los problemas no atravesaran la frontera afectando a los mogoles del interior. Con las armas de fuego facilitadas por el comercio occidental propiciado por los jesuitas, consiguió el sometimiento a su autoridad a cambio de facilitarles la subsistencia en tiempos de escasez.

Pronto se abrirán al mercado chino y se llevarán a efecto roturaciones de pioneros chinos. Los mismos mogoles nómadas se van haciendo sedentarios y cambiando la ganadería por la agricultura.

Por otra parte, en la frontera occidental con el Tibet era cuestión esencial contar con un Dalai Lama favorable a la dinastía manchú, lo que le atraería la buena voluntad de los numerosos budistas del Imperio chino. En 1653, el lama del Tibet acudió a Pekín y reconoció a la nueva dinastía, a cambio de ver respetado su poder temporal. En 1713 se consiguió un Dalai Lama absolutamente fiel. En 1720, ante el avance de los dzúngaros, tribu mogola especialmente belicosa, Kangxi intervino militarmente y controló el Tíbet para evitar que la dirección espiritual del budismo cayese bajo una autoridad exterior. El Dalai Lama reconoció la autoridad superior del emperador, a cambio de conservar un gran margen de autonomía en el terreno espiritual y temporal. Sin embargo, la seguridad de estas fronteras fue un problema pendiente en los siglos siguientes.

En la frontera septentrional el Imperio chino iba a encontrarse necesariamente con la expansión rusa por Siberia, que originará rivalidades fronterizas entre ambas potencias desde el siglo XVII. La región del Amur será la primera manzana de la discordia, pues los rusos comenzaron a explorar la zona desde 1643 y en 1658 fundaron la ciudad de Nertchinsk, en la confluencia de los ríos Chilka y Nertcha, puerta para el ingreso en territorio chino. Ante la imposibilidad de llegar a un resultado militar decisivo, se intentó alcanzar una solución por vía diplomática y en 1689 se firmó el Tratado de Nertchinsk, que fijaba por el momento las fronteras ruso-chinas, en el curso del río Amur y la cordillera de Hsingan. En contrapartida, los rusos obtuvieron la libertad de comercio en China, fundamentalmente pieles siberianas a cambio de metales preciosos, intercambio que interesaba a ambas partes.